Es inevitable tener una sensación muy agridulce tras jugar Silence. Por un lado nos ofrece uno de los apartados visuales más cuidadoso y bellos que se hayan visto en mucho tiempo, junto con una historia que engancha y consigue sumergir al jugador en un precioso mundo de fantasía de forma encomiable. El reto que representa el juego es demasiado ligero y simplificado, su jugabilidad propia del géner hace demasidas concesiones en pos de la narrativa y un acercamiento algo más cinematográfico, nos queda la sensación de que Silence debería haber llegado mucho más lejos.